martes, 10 de diciembre de 2013

[Análisis] Killer is Dead: La última locura de Suda 51


Una estética que no puede compararse a ninguna otra, chicas voluptuosas, enemigos salidos de la mente más absurda y retorcida y un protagonista con gafas de pasta y brazo biónico. Todo eso y mucho más es lo que nos ofrece Killer is Dead, la nueva locura japonesa de Suda 51. No More Héroes puso su nombre en boca de todos y sus siguientes trabajos no han hecho más que confirmar que el productor Suda 51 tiene un estilo inconfundible incomparable al de cualquier otro desarrollador de videojuegos. La locura nipona llevada a unos extremos del desparpajo y la desvergüenza máximos. Uno nunca sabe con qué le sorprenderá este tipo y cada juego suyo  y eso ya es decir mucho hoy en día.

La trama del juego es sencilla, somos Mondo Zappa, un tipo desmemoriado que trabaja como asesino a sueldo para la compañía de un tipo cuya mitad de su cuerpo es de plata (sic). Armados con nuestro brazo biónico y nuestra poderosa katana iremos a liquidar a los objetivos que nos marcan nuestros clientes tras acabar con una huestes de esbirros que retrasarán nuestra labor. Lo curioso de la trama es el nivel de locura que presenta en villanos, personajes y escenarios. De la estepa rusa a Austria pasando por un palacio lunar para acabar luchando contra trenes malditos, jinetes a lomos de un tigre o gigantes radioactivos en el área 151. El divertido sinsentido al que llega la trama de Killer is Dead (ejem… ¡UNICORNIOS!) se ve aderezado poruna elegante puesta en escena con texturas totalmente planas y un contraste máximo que le dan un muy acertado toque “noir” y que ayudan a introducirnos en una atmósfera única. Aunque se echa en falta un mayor detalle en los escenarios (algo vacíos) y una mayor variedad de enemigos (prácticamente se pueden contar con los dedos de una mano los diferentes tipos que hay).

La mecánica del juego es simple: usamos un botón para la katana, otro para bloquear y esquivar, otro para romper bloqueos y además podemos disparar con nuestro brazo. Ya está, nada de combos complicados y largos porque este juego va de machacar botones. Los jugadores más curtidos echarán de menos una mayor profundidad y variedad en el control, pero lo cierto es que sigue siendo una delicia poder coser a katanazos a nuestro enemigo tras esquivar un golpe suyo en el momento justo (en esos instantes el tiempo se detiene y la pantalla se vuelve blanca, negra y roja). Aun así, hay algunos apuntes de variedad en los que lucharemos montados en una moto o nos veremos a través de los ojos de uno de nuestros enemigos.

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La auténtica variedad la aportan las misiones secundarias. En un mundo en el que Miley Cirus culea en público a Robin Thicke (no olviden ver la versión sin censurar de Blurred Lines, oro puro) resulta extraño que haya quien se escandalice por las pocas misiones gigoló que trae este juego. Esas misiones no consisten más que en mirar a una chica y engatusarla con regalitos en un transcurrir más inocente que el beso de Bea a Pancho en Verano Azul. Pero esas misiones son una mínima parte de las misiones secundarias que ofrecen retos tan sorprendentes como proteger a un bonsái, buscar bichos en paquetes de regalo, desactivar bombas, conseguir alcanzar un límite de peso y clásicos como un modo torreta, modo supervivencia, enlazar combos y demás. Estas misiones secundarias consiguen alargar la vida de un juego no demasiado largo pero que tampoco necesita que se estire mucho.

Killer is Dead es una propuesta diferente, que seguirá gustando a los que ya conozcan al genio nipón. Un juego como no hay otro igual en el mercado y eso ya es decir mucho.

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