Desde que Caín mató a Abel, el asesinato se ha convertido en un continuo en nuestra historia. La historia de la humanidad se ha forjado en no pocos casos a través seres humanos arrebatándoles la vida a otros. El mayor crimen que puede hacer un hombre es despojarle del derecho de vivir a otro. Algo atroz, que deshumaniza al propio asesino pero que no deja de tener un incomparable atractivo. Si no me creen no tienen más que encender la tele y ver la cantidad de programas de sucesos que hay –el asesinato de Marta del Castillo está siendo seguido continuamente desde hace casi tres años por todo nuestro país-, así como las series policiacas o documentales entorno a la resolución de horribles crímenes gozan de un enorme éxito –y si no fíjense en las 11 temporadas que lleva CSI: las Vegas-. Así mismo, en las librerías todo el género de la novela negra se sustenta sobre graves crímenes. Grandes obras de la literatura como A sangre fría de Truman Capote se centran en analizar la figura del asesino. Y en el cine no ha sido menos, desde sus comienzos el asesinato ha sido uno de sus pilares narrativos. Se cuentan por miles las obras que giran en torno al plan para asesinar a alguien, la investigación del mismo o la psicología del asesino. Pero de entre todos los tipos de asesinos que se podrían tipificar, resalta uno especialmente influyente en la historia del cine: el asesino en serie o serial killer.
Pero…¿qué es exactamente un asesino en serie? El cine no ha dejado de mostrarlos como auténticos psicópatas capaces de llevar una doble vida en la que pueden ser tu amable vecino durante el día y un letal y sádico torturador sexual que acaba matando a sus víctimas de la forma más horrible posible, si no fíjense en el letal justiciero de excepcional éxito televisivo y literario que es Dexter. También los muestra como personas increíblemente inteligentes, que encuentran el placer no sólo acabando con las vidas de sus víctimas, sino retando a las fuerzas del orden y encontrando la fama gracias a la prensa sensacionalista. Claramente ese es el típico asesino que puede dar más juego en el cine y la literatura, y no otros del tipo que el mismo Robert Ressler en el FBI calificase de “desordenados” y que responden al perfil de un un individuo con coeficiente intelectual bajo que sencillamente se mueve por el impulso de matar. Durante el siglo XX hemos visto como el cine, la literatura y, sobretodo, la prensa convertían a los asesinos en serie en auténticos monstruos icónicos que fascinaban morbosamente la curiosidad de la audiencia, pero en realidad el asesino en serie tiene casi tanta antigüedad como el propio hombre: desde el francés Gilles de Rais, que acabó con la vida de más de un centenar de chicos en la Francia del siglo XV hasta el reciente caso patrio del Asesino de la Baraja.