martes, 28 de diciembre de 2010

Espectacular videojuego cansino



Ayer me acerqué por fin a ver una de las películas que más tiempo llevaba esperando, Tron Legacy. Tenía ganas de verla principalmente porque conozco la película original, Tron, y sabía perfectamente que, con aquel material como base, podría conseguirse algo nunca visto a día de hoy en la gran pantalla. Pero la estética y la ambientación no lo es todo amigos.

Tron Legacy nos narra la historia de Sam Flynn, el hijo del desaparecido fundador de la macroempresa de software y videojuegos ENCOM. Un buen día, un antiguo compañero de su padre le informa de que ha recibido un mensaje procedente de los antiguos recreativos de su progenitor y allí que va Sam para descubrir un extraño ordenador que le transportará a un mundo nuevo. Ese mundo es la RED, el mundo digital donde viven los programas informáticos y dónde Sam Flynn se verá obligado a participar en unos juegos mortales organizados por un siniestros clon cibernético de su padre.

¿Los nuevos Deckard y Rachael? Naaahhh
En un principio, la historia parece simple. Chico que se ve obligado a pasar una serie de pruebas, a cada cual más difícil para conseguir escapar y de paso llevarse a la chica y recuperar a su padre. Puede que esa no pareciese una historia muy original pero tampoco lo era la de Avatar y fíjate tu lo que consiguió el señor Cameron. Pero aquí el guión las caga intentando ir mucho más lejos. Trata de que nos sintamos igual que Sam Flynn, perdidos en un mundo nuevo. Para eso, después de presentarnos al chuloperas del protagonista vacilando a su propia macroempresa y lanzándose en paracaídas solo para que veamos que es tan guay que no se va a acojonar cuando vea como un puñado de bits con mala leche y discos voladores van a por él. Pero dejemos el tema de los personajes para más adelante y retomo lo que iba a decir: después de presentar al protagonista, la historia pretende que nos sintamos tan perdidos como él en ese cibermundo nuevo. Para ello empiezan a transcurrir a un ritmo ciertamente desconcertante, secuencias en las que rápidamente el protagonista es capturado, trasladado, vestido para la ocasión y enfrentado en un combate a cibermuerte con discos voladores rebotantes del que, obviamente, gana un par de asaltos. Así sin mas, este tipo entra en un nuevo mundo y ya comienza a dominarlo todo. Pero bueno, el problema no radica solo en eso. El principal problema de la película es que aglutina las escenas más espectaculares al principio con esa ciertamente espectacular entrada en la RED (en un claro homenaje reconocido por el director a El Mago de Oz, que empezaba en sepia y pasaba a color en el mundo mágico y aquí se pasa de las 2D a las 3D), el primer combate de discos y la persecución de motos de luz. Hasta que aparece el padre de Sam, la historia no nos ha contado nada. Ni siquiera nos ha presentado ese mundo nuevo, simplemente nos ha intentado aturdir con imágenes cool y futuristas con mucho neón y movimientos de cámara algo confusos para una producción en 3D. Pero tomarse tiempo para presentar ese mundo y que sepamos qué es lo que pasa y comprendamos la lógica y el porqué de los acontecimientos como hizo, por ejemplo, el año pasado Avatar o se ha hecho en la trilogía de El Señor de los Anillos o, incluso, remontándonos a los orígenes, ya hiciese Fritz Lang en Metrópolis. Una vez que aparece en escena, la historia pasa a ser una vuelta a casa a la vez que se presencia una especie de ascenso del imperio cibergaláctico a cargo de Clu, el ciberclon de Kevin Flynn. El problema es que algo tan sencillo como os lo que os estoy contando se empeñan en hacerlo más intelectual con mucha palabrería informática y trascendentalismos que no vienen a cuento. El guión se pierde, no toma forma en la primera mitad de película para tratar de meternos un rollo épico en la segunda mitad. Para cuando se acerca el desenlace, ya todo nos viene al viento y eso es lo peor que le puede pasar a una película.

Me has fastidiado el rollo Zen, hijo
Los personajes están fatalmente escogidos. Garrett Hedlund como Sam Flynn no hace más que poner caritas de chulitovacilónsoylapollalagranpolla. Nadie se lo cree, sus reacciones no son realistas pero bueno, eso tampoco es para denunciarlo puesto que cumple los cánones del típico héroe de acción regulero. La morbosilla de Olivia Wilde parece perdida, pero es que su personaje también lo está, con esa crisis de identidad en la que ya no sabe que quiere ser, si una ISO (un programa milagroso que puede llevar a Kevyn Flynn incluso a curar el cáncer (sic), esto es la leche, nunca imaginaría que el Daemon Tools hiciese eso), un programilla más de la RED o una humana. Aún así creo que es lo más salvable de la cinta. Se dice que Jeff Bridges hace su papel más cercano a El Nota de El Gran Lebowski en esta cinta. Puede ser, pero se queda a medias tintas. No hace un personaje demasiado consecuente ni demasiado loco. Podría hacer de maestro con las ideas claras o de tipo que ha perdido la cordura por tirarse miles de ciclos teniendo sólo a Tolstoi y a Nietzshe como lectura, pero no, Jeff Bridges compone un personaje que reacciona de manera extraña ante lo que ocurre. Por su parte, Clu, la ciberinterpretación de Jeff Bridges, sería perfecto si le hubiesen colocado gafas de sol y un bozal puesto que es en la expresión de la boca y sus ojos sin vida donde canta ese monigote.

Ahora voy con los puntos fuertes de la película. Ciertamente Tron Legacy es espectacular y nos muestra un mundo nuevo peeeeeero... Este mundo no deja de ser una transposición del nuestro. Con sus motos, coches aviones, con su misma física (gravedad, velocidad del sonido y esas cosas)y que pensándolo bien uno se cansa de ver. Quitando al muñeco de plastilina que se parece a Jeff Bridges, el resto de efectos especiales son impresionantes y la estética de todo es muy chula, algo monocromática pero resultona. Es con el 3D con lo que gana enteros la película puesto que en casi todo momento en el que el protagonista se encuentra dentro de la RED, uno percibe la profundidad de campo en todo momento. La labor del director debutante Joseph Kosinski es apreciable aunque no es constante con su ritmo, muchos movimientos de cámara para unos momentos y mucha estaticidad para otros, es casi como si la película la hubiesen rodado dos o tres directores y por escenas. Pero bueno, es salvable este apartado. 

La música de Tron Legacy, creada por el dúo francés Daft Punk choca mucho al principio. Con muchas estridencias, muy fuerte, pero sin embargo uno se da cuenta de que casa perfectamente con las imágenes. Un mundo cibernético no puede ser acompañado por música clásica y dentro de la música electrónica Daft Punk ha sido la mejor elección.

Tron Legacy es una película que defrauda. Un videojuego lujoso e impactante del que uno se cansa antes de llegar al jefe final del juego.

PD: La película se llama Tron como mero homenaje al original porque, aunque mucha gente se pensaba que Tron era el nombre de ese mundo cibernético (que en realidad se llama La RED), Tron era el nombre de uno de los principales personajes de la película oríginal que en ésta queda relegado a un plano casi anecdótico.


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