Internet se ha asentado en nuestras vidas en la última década de tal manera que ya muchos no concebimos el día a día sin su uso. Al igual que ha pasado con los móviles o los televisores, la mayoría de los españoles tiene acceso a Internet, la mayor red de comunicación del mundo. Pero Internet plantea dos caras totalmente contrapuestas. Por un lado, es la panacea de la información, dónde uno puede encontrar y subir cualquier cosa para compartirla con el resto de usuarios. Por otro, dicha información puede ser ofensiva, privada, o perjudicial y cualquiera puede acceder a contenidos más que reprobables (como la pederastia o redes de terrorismo cibernético).
Centrándonos en la libertad de expresión en Internet, los blogs son uno de los fenómenos de mayor auge en la red. Cualquiera puede hacerse uno y expresar en él lo que le venga en gana, de hecho, cada día se crean cien mil blogs nuevos. Cualquier tema y persona es susceptible de ser comentado en cualquiera de estas webs personales y, además, los visitantes pueden opinar libremente en los tablones de comentarios de los blogs.
Esta información descontrolada que envían miles de usuarios a Internet presenta un problema muy importante y dañino: las informaciones falsas o privadas. La facilidad de acceso para todo aquel que se conecte consigue que la falsa noticia se propague rápidamente mediante el boca a boca o el blog a blog. No sólo eso, el hecho de que se pueda comentar en cada blog hace que la información se trastoque cada vez más. La privacidad de muchas personas, famosas o anónimas, se ve comprometida.
El descontrol informativo que sucede en Internet es cada vez más grande y está más descontrolado. Un sistema que contrastase la información y requiera la confirmación de una autoridad sería lo ideal pero, como todo, puede ser susceptible de ser usado de forma incorrecta como forma de control. El dilema está en dónde deben llegar los límites de la libertad de expresión y donde comienza el derecho a la intimidad.
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