Recuerdo cuando tenía apenas 6 o 7 años y mi padre me llevó al cine a ver una película que cambió por completo mi infancia. Todo comenzaba con los protagonistas siendo invitados a una remota isla para dar el visto bueno al proyecto que en ella se estaba realizando y que las aseguradoras se hiciesen cargo de él para así poder abrirlo al público en un futuro. Nunca olvidaré aquella primera vez en la que contemplé por primera vez a aquel braquiosaurio alimentándose de la copa de un árbol mientras John Hammond entonaba aquel mítico “Bienvenidos a Jurassic Park”.
Jurassic Park fue sin duda una revelación para mí que con
aquella tierna edad me di cuenta de que la magia del cine podía hacer cualquier
cosa, incluso resucitar a aquellos magníficos seres desaparecidos hace millones
de años. Pero el film de Spielberg no dejaba de ser una excelente aventura que
tomaba a los dinosaurios como excusa para contarnos una frenética historia de
supervivencia del hombre frente a una naturaleza desbocada que él ha intentado
controlar.
Los dinosaurios en el cine no ha sido algo que haya
inventado el director de Indiana Jones o ET, desde el primer King Kong hasta a
las películas de serie B como Hace un millón de años, los reptiles gigantes han
formado parte del imaginario cinematográfico con dudosa rigurosidad científica.
Sin embargo, fue en el año 1955 cuando en la entonces Checoslovaquia el maestro
Karel Zeman se propuso crear una película didáctica sobre el pasado de nuestro
hogar, la Tierra.
Cesta do pravěku (Viaje a la prehistoria) es el título de la
película que maravilló a varias generaciones en Centroeuropa. En ella un grupo
de 4 jóvenes realizan un viaje en barco por un río que les lleva hacia atrás en
el tiempo descubriendo lugares y especies maravillosas. La historia no puede
ser más sencilla y sirve en bandeja una rápida lección sobre geología terrestre
puesto que va aportando entretenidos y científicamente exactos datos acerca de
las edades de la tierra puesto que no se cae en la tentación de mezclar
especies y épocas geológicas.
El hecho de ver este desfile de paisajes, plantas y especies
a través de los ojos de unos niños no hace más que aumentar el sentido de la
maravilla, un hecho al que ayuda enormemente los encantadores trucajes del
maestro Zeman (uno de los grandes artesanos de la fantasía en el cine, a la
altura de Harryhausen o Meliés) gracias a los que cobran vida las
espectaculares criaturas prehistóricas.
Es posible que el espectador de hoy en día, acostumbrado a
historias mucho más elaboradas eche en falta muchas cosas. La trama apenas
contiene conflictos (la destrucción de la barca, la búsqueda de uno de los
niños del grupo, la pelea entre el stegosaurus y el tiranosaurio y poco más)
pero es esa determinación presente en el propio grupo de tomarse ese viaje como
una expedición científica en la que no deben interferir en el curso de los
acontencimientos de la historia de la Tierra dónde la película encuentra su
mayor virtud.
Viaje a la prehistoria es un clásico a descubrir. Una
película cuya vigencia se sigue manteniendo hoy en día y un precioso vehículo
para enseñar a los pequeños y no tan pequeños cómo ha sido la evolución de
nuestro planeta desde el origen de los tiempos hasta el día de hoy.
PD: Un pequeño fragmento de la película subtitulado en español: El encuentro de los cuatro pequeño aventureros con un mamuth.
PD: Un pequeño fragmento de la película subtitulado en español: El encuentro de los cuatro pequeño aventureros con un mamuth.