domingo, 29 de junio de 2014

La resurrección del antiguo son cubano


Es curioso como la música, al igual que la vida, no deja de abrirse camino a pesar de las dificultades y continuar floreciendo mostrando una viveza y un color como en el de sus mejores tiempos. Hace pocos días tuve la gran oportunidad, única en mi vida, de compartir junto a mí pareja uno de esos momentos en los que vemos como el tiempo y el espacio carecen de su razón de ser en cuanto hablamos de arte. La actuación que el Buena Vista Social Club dio en el Palacio de Congresos de Praga transportó a todo el auditorio a un lugar y una época diferentes gracias a sus sonidos.

Pero… ¿quiénes forman el Buena Vista Social Club? Para poder hablar de ellos hay que remontarse a Cuba en los años 40, un país que respiraba alegría musical con muchos artistas a lo largo y ancho de la isla. Uno de los lugares más animados de La Habana fue un club social del barrio de Buena Vista, en él noche tras noche los artistas se daban cita para tocar. Era una época alegre pero no boyante en lo económico, aquí los cantantes lo hacían porque les gustaba no sólo para vivir de ello.


Pero el cambio político llegó y el giro hacia el comunismo propició que esos locales de iniciativa privada empezasen a cerrarse o a estar regidos por el gobierno. Muchos artistas tuvieron que dedicarse a otra cosa o, sencillamente, jubilarse. Los años pasaron y el olvido fue tragándose grandes nombres del son cubano al que la aparición de la salsa (estilo derivado del son cubano, pero fraguado en los Estados Unidos precisamente por aquellos emigrantes cubanos)  terminó de enterrar.

Tuvo que llegar el final del siglo XX para que un famoso guitarrista, productor,  y musicólogo, Ry Cooder el que iniciase la hermosa tarea de volver a recuperar aquella música. Podría haber cogido a algún grupo de jóvenes promesas y haberlas aleccionado para que cantasen antiguos clásicos cubanos. Pero no, la experiencia es un grado y las historias contadas por sus propios protagonistas siempre ganarán en interés. Cooder, junto con el director de cine alemán Wim Wenders, reunió a la formación original del Buena Vista Social Club. Artistas con vidas largas y amargas pero optimistas a las que el hecho de volver a revitalizar esa música que tanto les dio en el pasado ayudó también a revitalizarles a ellos mismos. Ibrahim Ferrer, Compay Segundo, Rubén González, Manuel “Puntillita” Ochoa o el guitarrista Manuel Galbán. El álbum, con el sencillo título de Buena Vista Social Club, fue un éxito en ventas alzándose con multitud de premios y su primer concierto con toda la formación completa allá por el año 98 en Amsterdam fue un lleno absoluto. Es más, todo este proceso de reunión del grupo, entrevistas y recuerdos fue usado por el alemán Wim Wenders para su documental del mismo título nominado al Oscar en 1999.

Por todo ello, Buena Vista Social Club es más que un grupo cubano, es la prueba palpable de cómo el ser humano y la música pueden ser eternas y de cómo hablar de antiguo o nuevo no tiene sentido a veces. Viendo a una anciana Omara Portuondo cantar y animar al público como si de una joven estrella del rock se tratase es buena prueba de ello. Un concierto en el que uno aprende que la edad y los prejuicios no son nada cuando se trata de celebrar el arte de la música, de festejar esa resurrección que tuvo hace más de 15 años y que aún se encuentra más viva que nunca. Escuchando a los integrantes del grupo en directo y viendo las proyecciones con aquellos miembros que desgraciadamente comenzaron a desaparecer hace ya tiempo uno no puede más que pensar en cómo Compay Segundo, o Ibrahim Ferrer regresan a la vida en esos momentos en los que se les rememora, en cada canción suya que escuchamos y en cada entrevista en las que les vemos. Ellos, junto a su música y su banda se han convertido en eternos.

sábado, 11 de enero de 2014

'Viaje a la prehistoria': La aventura que todo niño querría vivir


Recuerdo cuando tenía apenas 6 o 7 años y mi padre me llevó al cine a ver una película que cambió por completo mi infancia. Todo comenzaba con los protagonistas siendo invitados a una remota isla para dar el visto bueno al proyecto que en ella se estaba realizando y que las aseguradoras se hiciesen cargo de él para así poder abrirlo al público en un futuro. Nunca olvidaré aquella primera vez en la que contemplé por primera vez a aquel braquiosaurio alimentándose de la copa de un árbol mientras John Hammond entonaba aquel mítico “Bienvenidos a Jurassic Park”.

Jurassic Park fue sin duda una revelación para mí que con aquella tierna edad me di cuenta de que la magia del cine podía hacer cualquier cosa, incluso resucitar a aquellos magníficos seres desaparecidos hace millones de años. Pero el film de Spielberg no dejaba de ser una excelente aventura que tomaba a los dinosaurios como excusa para contarnos una frenética historia de supervivencia del hombre frente a una naturaleza desbocada que él ha intentado controlar.

Los dinosaurios en el cine no ha sido algo que haya inventado el director de Indiana Jones o ET, desde el primer King Kong hasta a las películas de serie B como Hace un millón de años, los reptiles gigantes han formado parte del imaginario cinematográfico con dudosa rigurosidad científica. Sin embargo, fue en el año 1955 cuando en la entonces Checoslovaquia el maestro Karel Zeman se propuso crear una película didáctica sobre el pasado de nuestro hogar, la Tierra.

Cesta do pravěku (Viaje a la prehistoria) es el título de la película que maravilló a varias generaciones en Centroeuropa. En ella un grupo de 4 jóvenes realizan un viaje en barco por un río que les lleva hacia atrás en el tiempo descubriendo lugares y especies maravillosas. La historia no puede ser más sencilla y sirve en bandeja una rápida lección sobre geología terrestre puesto que va aportando entretenidos y científicamente exactos datos acerca de las edades de la tierra puesto que no se cae en la tentación de mezclar especies y épocas geológicas.

El hecho de ver este desfile de paisajes, plantas y especies a través de los ojos de unos niños no hace más que aumentar el sentido de la maravilla, un hecho al que ayuda enormemente los encantadores trucajes del maestro Zeman (uno de los grandes artesanos de la fantasía en el cine, a la altura de Harryhausen o Meliés) gracias a los que cobran vida las espectaculares criaturas prehistóricas.

Es posible que el espectador de hoy en día, acostumbrado a historias mucho más elaboradas eche en falta muchas cosas. La trama apenas contiene conflictos (la destrucción de la barca, la búsqueda de uno de los niños del grupo, la pelea entre el stegosaurus y el tiranosaurio y poco más) pero es esa determinación presente en el propio grupo de tomarse ese viaje como una expedición científica en la que no deben interferir en el curso de los acontencimientos de la historia de la Tierra dónde la película encuentra su mayor virtud.

Viaje a la prehistoria es un clásico a descubrir. Una película cuya vigencia se sigue manteniendo hoy en día y un precioso vehículo para enseñar a los pequeños y no tan pequeños cómo ha sido la evolución de nuestro planeta desde el origen de los tiempos hasta el día de hoy.


PD: Un pequeño fragmento de la película subtitulado en español: El encuentro de los cuatro pequeño aventureros con un mamuth.