Es curioso como la
música, al igual que la vida, no deja de abrirse camino a pesar de las
dificultades y continuar floreciendo mostrando una viveza y un color como en el
de sus mejores tiempos. Hace pocos días tuve la
gran oportunidad, única en mi vida, de compartir junto a mí pareja uno de esos
momentos en los que vemos como el tiempo y el espacio carecen de su razón de
ser en cuanto hablamos de arte. La actuación que el Buena Vista Social Club dio
en el Palacio de Congresos de Praga transportó a todo el auditorio a un lugar y
una época diferentes gracias a sus sonidos.

Pero… ¿quiénes forman el
Buena Vista Social Club? Para poder hablar de ellos hay que remontarse a Cuba en
los años 40, un país que respiraba alegría musical con muchos artistas a lo
largo y ancho de la isla. Uno de los lugares más animados de La Habana fue un
club social del barrio de Buena Vista, en él noche tras noche los artistas se
daban cita para tocar. Era una época alegre pero no boyante en lo económico,
aquí los cantantes lo hacían porque les gustaba no sólo para vivir de ello.

Pero el cambio político
llegó y el giro hacia el comunismo propició que esos locales de iniciativa
privada empezasen a cerrarse o a estar regidos por el gobierno. Muchos artistas
tuvieron que dedicarse a otra cosa o, sencillamente, jubilarse. Los años
pasaron y el olvido fue tragándose grandes nombres del son cubano al que la
aparición de la salsa (estilo derivado del son cubano, pero fraguado en los
Estados Unidos precisamente por aquellos emigrantes cubanos) terminó de enterrar.
Tuvo que llegar el final
del siglo XX para que un famoso guitarrista, productor, y musicólogo, Ry Cooder el que iniciase la
hermosa tarea de volver a recuperar aquella música. Podría haber cogido a algún
grupo de jóvenes promesas y haberlas aleccionado para que cantasen antiguos
clásicos cubanos. Pero no, la experiencia es un grado y las historias contadas
por sus propios protagonistas siempre ganarán en interés. Cooder, junto con el
director de cine alemán Wim Wenders, reunió a la formación original del Buena
Vista Social Club. Artistas con vidas largas y amargas pero optimistas a las
que el hecho de volver a revitalizar esa música que tanto les dio en el pasado
ayudó también a revitalizarles a ellos mismos. Ibrahim Ferrer, Compay Segundo,
Rubén González, Manuel “Puntillita” Ochoa o el guitarrista Manuel Galbán. El
álbum, con el sencillo título de Buena Vista Social Club, fue un éxito en
ventas alzándose con multitud de premios y su primer concierto con toda la
formación completa allá por el año 98 en Amsterdam fue un lleno absoluto. Es
más, todo este proceso de reunión del grupo, entrevistas y recuerdos fue usado
por el alemán Wim Wenders para su documental del mismo título nominado al Oscar
en 1999.

Por todo ello, Buena
Vista Social Club es más que un grupo cubano, es la prueba palpable de cómo el
ser humano y la música pueden ser eternas y de cómo hablar de antiguo o nuevo
no tiene sentido a veces. Viendo a una anciana Omara Portuondo cantar y animar
al público como si de una joven estrella del rock se tratase es buena prueba de
ello. Un concierto en el que uno aprende que la edad y los prejuicios no son
nada cuando se trata de celebrar el arte de la música, de festejar esa
resurrección que tuvo hace más de 15 años y que aún se encuentra más viva que
nunca. Escuchando a los integrantes del grupo en directo y viendo las
proyecciones con aquellos miembros que desgraciadamente comenzaron a
desaparecer hace ya tiempo uno no puede más que pensar en cómo Compay Segundo,
o Ibrahim Ferrer regresan a la vida en esos momentos en los que se les
rememora, en cada canción suya que escuchamos y en cada entrevista en las que
les vemos. Ellos, junto a su música y su banda se han convertido en eternos.