Es curioso como la
música, al igual que la vida, no deja de abrirse camino a pesar de las
dificultades y continuar floreciendo mostrando una viveza y un color como en el
de sus mejores tiempos. Hace pocos días tuve la
gran oportunidad, única en mi vida, de compartir junto a mí pareja uno de esos
momentos en los que vemos como el tiempo y el espacio carecen de su razón de
ser en cuanto hablamos de arte. La actuación que el Buena Vista Social Club dio
en el Palacio de Congresos de Praga transportó a todo el auditorio a un lugar y
una época diferentes gracias a sus sonidos.


Tuvo que llegar el final
del siglo XX para que un famoso guitarrista, productor, y musicólogo, Ry Cooder el que iniciase la
hermosa tarea de volver a recuperar aquella música. Podría haber cogido a algún
grupo de jóvenes promesas y haberlas aleccionado para que cantasen antiguos
clásicos cubanos. Pero no, la experiencia es un grado y las historias contadas
por sus propios protagonistas siempre ganarán en interés. Cooder, junto con el
director de cine alemán Wim Wenders, reunió a la formación original del Buena
Vista Social Club. Artistas con vidas largas y amargas pero optimistas a las
que el hecho de volver a revitalizar esa música que tanto les dio en el pasado
ayudó también a revitalizarles a ellos mismos. Ibrahim Ferrer, Compay Segundo,
Rubén González, Manuel “Puntillita” Ochoa o el guitarrista Manuel Galbán. El
álbum, con el sencillo título de Buena Vista Social Club, fue un éxito en
ventas alzándose con multitud de premios y su primer concierto con toda la
formación completa allá por el año 98 en Amsterdam fue un lleno absoluto. Es
más, todo este proceso de reunión del grupo, entrevistas y recuerdos fue usado
por el alemán Wim Wenders para su documental del mismo título nominado al Oscar
en 1999.